Este periódico tuvo
el privilegio el pasado miércoles de bajar a una de estas galerías,
concretamente a los Minados del Puerto. Lo hizo junto a un grupo de
participantes de un simposio de geología que se ha celebrado durante esta
semana en Cádiz, un encuentro en el que una de las actividades paralelas era la
visita a estas obras de ingeniería.
Durante los últimos
meses, varios trabajadores de Apemsa, la empresa municipal de aguas, se han
afanado por limpiar los Minados de basuras y de restos de desprendimientos y se
ha habilitado el acceso a parte de estas galerías. El equipo ha sido dirigido
por Javier Guerrero, un enamorado y perfecto conocedor de esta infraestructura
subterránea.
Los Minados del
Puerto es la obra de captación de agua más antigua de las realizadas en la
Sierra. Construida a unos tres metros de profundidad, eran dos galerías en
forma de aspa que enlazaba con un acueducto subterráneo de más de cinco
kilómetros de longitud que transportaba el agua hasta el Jardín de la Victoria,
donde ya se redistribuía al resto de la ciudad. La obra se complementaba con un
muro construido en la confluencia de la Sierra con la marisma de unos 500
metros de longitud cuya utilidad era de contención del agua para que no
aflorara de manera natural en la llanura. A día, de hoy, la infraestructura
está en un estado de conservación relativamente aceptable pero carece de un
mantenimiento regular puesto que la última actuación realizada ha sido puntual.
De hecho, el muro de contención tiene fisuras en algún punto que han provocado
que el agua se filtre y haya florecido una laguna de agua potable en las
inmediaciones del diseminado ilegal de la Vega de los Pérez.
Los Minados del
Puerto, o la 'Obra de la Fuente' como también se le conoce, terminó de
construirse en 1735 y permitió que El Puerto fuera uno de los municipios de
España con una de las redes de abastecimiento más completas. La Sierra dejó de
dar agua a la ciudad a mediados de la década de los 50 del siglo pasado cuando
se conformó el Consorcio de la Zona Gaditana y el abastecimiento comenzó a
llegar del Pantano de los Hurones.
El acceso se realiza
a través de un pozo de toma del acueducto que se encuentra dentro de una
edificación rectangular prácticamente derruida. Nada más bajar se encuentra el
primer brocal con un pozo de unos tres metros de ancho. En el fondo fluye el
agua y es la única prueba palpable, a día de hoy, del líquido elemento que en
sus adentros guarda la Sierra. Toda la infraestructura está seca puesto que
actualmente está por encima del nivel piezométrico.
La galería se alarga
en dirección este durante algo más de un centenar de metros haciendo algún que
otro giro a izquierda y derecha. Hay tramos donde la altura no supera el metro
y medio y en las paredes quedó plasmada la huella del nivel que alcanzaba el
agua cuando estas galerías eran fuente de vida para la ciudad.
Hay un momento que en
el suelo plano surge lo que parece ser un tubo de varios centímetros de grosor
y que la escasa luz no permite ver con demasiada claridad. Javier Guerrero, que
hace de cicerone, explica que es la raíz de una higuera. Por caprichos de la
naturaleza, durante su crecimiento el árbol buscó el agua y los nutrientes del
subsuelo aprovechando estas galerías. Sus raíces son una radiografía exacta de
algunos tramos de este acueducto subterráneo que tiene más de 300 años de
historia.
El paseo finaliza en
el llamado 'Pozo de la media naranja', una estancia cuadrangular con una bóveda
de cúpula semiesférica. En el centro del suelo, claro está, hay un pozo cavado
en forma circular cuyas paredes están realizadas en piedra tallada. Sorprende
que en una obra de esta envergadura no solo se buscara la finalidad práctica
sino también la estética. En los muros de este punto de la infraestructura pueden
leerse diversos grafitis históricos en carboncillo, algunos de finales del
siglo XVIII, realizados por trabajadores o visitantes ilustres con improntas
que dejan para la historia mensajes similares al 'Yo estuve aquí...' y que son
huellas visibles de la historia que guarda la Sierra.
Una vez se llega al
'Pozo de la media naranja' la galería se interrumpe. Javier Guerrero explica
que la idea es la de recuperar parte del recorrido de este pasillo cortado por
desprendimientos de tierra para que sirva de entrada a esta infraestructura en
un futuro aprovechando, además, que la superficie está a escasos dos metros.
Ya solo queda dar
media vuelta y regresar al punto de origen, no sin antes pararse a contemplar
algunos de los 'salones' construidos en el lado norte de las galerías. Eso sí,
a los más 'atrevidos', el cicerone da la oportunidad de seguir disfrutando de
esta maravilla arquitectónica subterránea. Desde el pozo de toma que sirve de
acceso a los Minados, se puede continuar en dirección oeste continuando por la
galería hasta alcanzar el punto donde enlazaba con el acueducto que llevaba el
agua hasta la ciudad. El pasillo es más estrecho que el del tramo este pero
tiene la peculiaridad de que se gana en altura conforme se avanza hacia su
final. De hecho, hay lugares donde puede alcanzar los tres metros de altura
puesto que se va bajando de cota. En el lateral sur aparecen los huecos hechos
en la piedra y que servían para conectar con las conducciones que, mediante
gravedad, hacían llegar el líquido elemento a los portuenses del siglo XVIII y
XIX.

Al salir de las
galerías, los privilegiados que las han visitado coinciden en afirmar la
maravilla de esta infraestructura hidráulica; la lástima es que este patrimonio
siga sin valorarse lo suficiente. Antonio Jesús García Guerrero, un portuense
que es secretario del Colegio Oficial del Colegio de Geólogos de Andalucía,
apunta: "La Sierra de San Cristóbal tiene unos valores naturales y
científicos que no están siendo aprovechados". Y ello lo corrobora el
estado de abandono en el que se encuentra todo el complejo de los Pozos de la
Piedad. De hecho, a día de hoy solo serían visitables los Minados gracias a las
labores de limpieza que se han realizado en los últimos meses pero no hay un
proyecto para su puesta en valor. Mientras, la seguridad no está garantizada en
los Pozos de la Piedad (cuyo pozo principal y sus instalaciones de bombeo están
selladas para evitar que algún aventurado ose adentrarse) ni las Galerías de
Cádiz, cuyos elementos más visibles como son los registros que hay a lo largo
de la campiña de Doña Blanca, están abandonados y a merced de actos vandál.






FUENTE DE GALERAS

Según se desprende de la inscripción que posee la Fuente de Galeras en su frente principal, fue construida por el maestro mayor don Bartolomé de Mendiola durante los primeros meses del año 1735, bajo el mandato de don Tomás Idiaquez, nombrado jefe supremo de la Bética por el monarca Felipe V. Con motivo de una de las estancias de sus majestades el rey Felipe V y su esposa Isabel de Farnesio en El Puerto de Santa María durante 1735, recordar que dicha ciudad era frecuentemente visitada por los monarcas españoles durante la época estival, tomó la decisión de adornar la ciudad con aguas surgidas de diversas partes, como recoge la inscripción anteriormente citada, con la finalidad de proveer a la flota y expediciones que se dirigían hacia las Indias y, a su vez, pudiesen ser admiradas por cuantos viajeros la contemplasen.


A pesar de su magnífica construcción arquitectónica y decorativa, el agua corría sin interrupción durante todo el día, provocando el que las calles se convirtiesen en un fangal produciendo malestar entre los vecinos y un grave perjuicio para la economía de la ciudad. Esta situación se mantuvo hasta mediados del siglo XIX, período en el que se comenzó a regular el agua de las fuentes existentes mediante grifos, y a crear toda una red de cañerías que pasarían por las cuatro fuentes principales que poseía la localidad: la de Galeras, la de la Cárcel, la de Santo Domingo y la de la Caridad.
Será también por aquel entonces cuando se construya la fuente de la Cárcel y se remodele la mencionada de Galeras. Precisamente durante el año 1842, el maestro mayor Diego Jilgueras le colocó a la citada fuente los seis grifos, el solado y el alicatado con losas de Tarifa y los dos escalones corridos también con la misma piedra.
Lo más significativo de dicha fuente es el remate en piedra a modo de cornisa donde se enmarca una especie de dosel pétreo cuyo motivo central, el escudo real, está flanqueado por dos leones rampantes envueltos por una decoración formada a base de roleos. Rematan dicha fuente cuatro jarrones esquineros y la corona real.
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